miércoles, 20 de agosto de 2014

Una niña guerrera

El 8 de octubre de 2013, Luana, una niña trans, recibía de manos del jefe de gabinete del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, su DNI que respetaba su identidad autopercibida, gracias a la lucha descarnada de Gabriela Mansilla, su madre, con el apoyo de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina, especialmente de Valeria Pavan, responsable del Área de Salud de esa institución. De esta manera, por primera vez en la historia de nuestro país y en el mundo, una niña asumía su derecho –amparada en la Ley de Identidad de Género (N° 26.743)- de acceder al DNI y de esta manera ejercer su identidad de manera plena.


Yo nena, yo princesa. Luana, la niña que eligió su propio nombre (UNGS, 2014) de Gabriela Mansilla relata, en primera persona en el registro de un diario íntimo que escribe Gabriela a su hija, el deseo de Luana de ser quien se siente que es, más allá de su sexo biológico, y la lucha de su madre por acompañarla en este tránsito de varón a nena, de Manuel a Luana, de un niño triste a una niña feliz.

Este libro es un testimonio insoslayable que da cuenta, de manera contundente y emotiva, acerca de los diversos modos, sentires, expresiones de la identidad en la infancia frente a la violencia ejercida desde el Estado y  la sociedad frente a lo diferente o lo que no es inteligible para la norma o el binarismo varón/mujer. 

Asimismo, Yo nena, yo princesa da cuenta del modo en que una niña trans pelea por su identidad, por su deseo, contra una sociedad que reproduce los mandatos culturales donde la diferencia se paga con violencia y exclusión. Este libro nos habla, también, desde la experiencia subjetiva de Luana y su madre, de cómo la infancia puede ser un territorio hostil para quien no entra dentro del reglamento del género.  

Yo nena, yo princesa es también un relato apasionante, y no por ello menos doloroso, de la búsqueda de Luana por expresar su identidad, sus gustos, sus deseos, sus afectos. Es el relato de los primeros seis años de vida de Luana, una niña que apenas pudo hablar, expresó su convicción de sentirse y definirse como niña y eligió su nombre.
No dejen de leerlo. Vale la pena 



miércoles, 13 de agosto de 2014

Juego de niñxs

Hace unas semanas estuve en la presentación del libro Cocorococó de Didi Grau y Christian Montenegro (Pequeño editor, 2014) que se hizo en la Galería del Liceo (Santa Fe 2729), un espacio no convencional y digno de visitarse en la Ciudad de Buenos Aires por la presencia de estudios de artistas plásticos, librerías, espacios de arte y un bar. 

En el espacio Moebius, donde se hizo la presentación, pudimos no solo conocer el libro sino también disfrutar de algunas serigrafías  y dibujos de Christian Montenegro expuestos para la ocasión como así también otros objetos o juguetes creados por Montenegro, como un rompecabezas exquisito con imágenes de inspiración oriental o un juego de vajilla para niñxs.  






Cocorococó es un libro para adoptar, para leer una y otra vez, para trasladarse a la infancia y a los juegos de niños y niñas a través del lenguaje, con una estética irreverente con reminiscencias de María Elena Walsh. 

Cocorococó cuenta la historia de una gallina escritora, podríamos decir, o con deseos de escribir con tinta china que produce un gran lío cuando la tinta se vuelca y, a medida que leemos el libro y que avanzamos página a página, no solo los pollitos se llenan de tinta sino cada vez más personajes se van sumando a este gran caos generado por la gallina que, desde el discurso verbal, se construye a partir del uso de la retahíla.

Cocorococó es también un diálogo entre discurso verbal y visual, como nos tiene acostumbradxs esta dupla, ya que todo el libro está construido con el uso de dobles páginas que, en un claro contrapunto entre imagen y texto, van relatando esta historia. En este caso, el uso de colores saturados, sellos como los que suelen usar lxs niñxs, la superposición y yuxtaposición de imágenes para reforzar el relato hasta llegar a una doble página que anuncia el final donde no queda espacio libre para el dibujo empastado y con varias capas de color superpuestas. Y así hasta…

Cocorococó  se trata de una experiencia que vale la pena transitar con niñxs y también adultos que quieran volver al juego de la infancia.  
Besos,

lunes, 4 de agosto de 2014

Infancias y literatura



Retomando la actividad luego del receso escolar, comparto con ustedes la presentación que hice en el Foro Libros como ventanas. Nuevas construcciones narrativas en el marco de las 24° Jornadas para Docentes y Mediadores de lectura, el jueves 24 de julio de 2014

Infancias y literatura: masculinidades hegemónicas y alternativas en la LIJ latinoamericana
por. Valeria Sardi

Pensar en infancias y literatura es pensar en una relación compleja y cambiante, en lectores y lectoras, en niños y niñas, en poéticas de autorxs, en el diálogo posible entre un discurso de alto impacto como el literario y lxs destinatarixs de esos textos que leen desde sus propias experiencias socioculturales, biográficas, vitales y sus itinerarios como lectores y lectoras.
Pensar en infancias y literatura implica volver a mirar de qué infancias hablamos en nuestra contemporaneidad, quiénes son esos niños y niñas, cómo configuran sus identidades, qué experiencias lxs atraviesan y cómo la literatura puede interpelarlxs en su diversidad. Es decir, pensar en infancias en Latinoamérica es tener en cuenta que la infancia es una categorías sociohistórica que fue cambiando a lo largo del tiempo y que si queremos dar cuenta de cómo se piensa hoy necesitamos anclarla en nuestro contexto sociohistórico dando cuenta, además, de los múltiples discursos que la atraviesan y la conforman como tal. En este sentido, entonces, pensar en infancias es dar cuenta de   diversidad de modos de habitarla, transitarla; de múltiples modos de ser niño/a en tanto  diversas trayectorias de vida, recorridos, formas de vinculación sociocultural y de socialización primaria.
Podríamos empezar planteando la necesidad de que, a partir de pensar las infancias, en plural, es necesario poner en crisis, en principio, ciertos enunciados hegemónicos acerca de lo que es ser niño o niña, o mejor dicho, ciertos estereotipos acerca de la femineidad y masculinidad que en el mercado destinado al público infantil son moneda corriente –no solo en la industria de los juguetes, el entretenimiento y la moda sino también en la literatura-; por ejemplo, la creencia de que todos los varones y todas las mujeres deben encajar en el molde de un auto azul y una muñeca rosa, de una literatura para nenes y una literatura para nenas a partir de la idea de que ciertas temáticas serían más afines a los varones y otras más cercanas a los intereses de las nenas homogeneizando no solo el gusto literario sino también a lxs lectorxs. Así, por ejemplo, en el mundo de los juguetes o las colecciones de figuritas siguen estando bien diferenciados los universos de las nenas y los nenes por sus intereses románticos o en el deporte respectivamente; en el caso del uso del espacio, de la recreación y el cuerpo también se establece de manera distintiva cuál debe ser el comportamiento de los varones y de las mujeres –los juegos vinculados con la fuerza física y la violencia y, por otro lado, los juegos domésticos respectivamente-; el arreglo de la apariencia también reproduce el género y construye la identidad sexual a partir del vestir y de símbolos que tipifican lo masculino y lo femenino (Kogan, 1993). El universo infantil sigue estando fuertemente marcado por los estereotipos que configuran masculinidades y femineidades desde la infancia y que no dan cuenta de los diversos modos de vivir el género que niños y niñas llevan adelante. Es decir, la cultura moldea a varones y mujeres determinando sus comportamientos diferenciados.
Pensar en infancias es también detenernos a mirar en las infancias que transitan las calles, el hambre, las enfermedades evitables, la desnutrición. Esa infancia también, como dice Graciela Morgade, “está surcada por relaciones de género, porque aunque no tenga “Barbies” o “Segas”, cuando se dispone de muñecas y pelotas, se les distribuyen a las niñas y a los niños, respectivamente.” (Morgade, 2012:45). En el territorio de las infancias pobres está la imagen del supermacho para los varones y la imagen de la “madrecita” para las chicas que desde muy temprana edad ayudan a sus madres a cuidar a los/as hermanitos/as menores o son responsables de niños/as propios/as fruto de violaciones o de la ignorancia respecto de conocimientos para prevenir o interrumpir el embarazo. Asimismo, las infancias de la pobreza y la vulnerabilidad dan cuenta de, por un lado, la dimensión material de la infancia en tanto sujetos sometidos a la pobreza, el hambre, las necesidades básicas insatisfechas y, por otro lado, son un ejemplo contundente de la nuda vida, en términos de Giorgio Agamben, es decir, aquella vida que no tiene valor, que puede ser suprimida de manera impune; se trata de sujetos vistos como desechables o, como los denomina Eduardo Bustelo (2011), parafraseando a Agamben, niño sacer, pobres, indigentes, que su vida no tiene ningún valor y que sus verdugos no pagan por sus crímenes. Esta categorización de la infancia también da cabida a la participación de niños/as en conflictos bélicos o en mecanismos criminales, siendo una vez más objeto de operaciones de poder que lxs colocan como vidas desechables, sin derechos.
Pero también están aquellas infancias de la clase media o alta que devienen en objetos del capitalismo infantil, como lo denomina Eduardo Bustelo, en tanto objetos del mercado y, a su vez, consumidores de lo que el mercado ofrece y reproductores de la configuración de la infancia que el capitalismo ofrece en el cine, la industria del entretenimiento, la comida, la tecnología, etc.
Pensar en infancias, entonces, es dimensionar una multiplicidad de aristas posibles, de modos de concebirla y de habitarla en la complejidad del contexto contemporáneo.
Estas infancias, en su complejidad, habitan la literatura latinoamericana y, cada vez más, se hacen presentes en su diversidad en los textos que autores y autoras crean para el público infantil. De allí que muchos de los temas que se abordan en la LIJ Latinoamericana dan cuenta de modos diversos de transitar las infancias y, a su vez, de cómo la literatura las representa, alejándose de una configuración de la infancia idealizada o descontextualizada.
En este panorama de las infancias en la literatura infantil y juvenil, quiero detenerme específicamente en cómo se configuran las masculinidades en esta literatura, cómo se construyen los personajes masculinos en las historias que se cuentan y qué discursos sobre lo masculino se presentan en los textos del corpus de la LIJ latinoamericana. Esta temática que en los estudios de género recién se inicia a partir del año 2000 cuando comienza a estudiarse y a ponerse en discusión el comportamiento heterosexual como garante de la masculinidad del varón, la afirmación del sentimiento de superioridad y poderío físico por parte de las masculinidades hegemónicas con respecto a masculinidades alternativas que no necesariamente se incluyen dentro de la homosexualidad y se visibiliza la masculinidad hegemónica como un dispositivo histórico que regula y normaliza las relaciones de género, en la LIJ viene desarrollándose desde hace algunos años en la literatura para niñxs europea pero es bastante reciente en al LIJ latinoamericana.   
¿Qué entendemos por masculinidad? Algunos autorxs definen la masculinidad como una posición en las relaciones de género y los efectos de esa posición en la experiencia corporal, de la personalidad y de la cultura. Y, en este sentido, la masculinidad hegemónica encarna la legitimidad del patriarcado que garantiza la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres. La masculinidad hegemónica da cuenta de una visión esencialista sobre el varón vinculado con la fuerza física, la violencia, el deporte, la negación de la sensibilidad y las emociones, la diferenciación de lo femenino, que ha sido escasamente discutida porque es algo aprendido a lo largo de la vida y de la cultura y, además, porque ha sido largamente invisibilizada a lo largo de la historia; como señala Guacira Lopes Louro (1990) la sexualidad no es una cuestión personal sino una cuestión social y política que es aprendida a lo largo de toda la vida de muchos modos por todos los sujetos a través de las pedagogías de la sexualidad que se ponen en juego en la escuela, en la familia y en el núcleo de socialización primaria de los niños.
Algo de esto es lo que está puesto en discusión, acaso tímidamente, en el texto Las hadas brillan en la oscuridad de Graciela Beatriz Cabal (2009, Norma).
Cabal ha sido una de las primeras escritoras de la LIJ argentina que puso en cuestión la construcción de estereotipos de la femineidad en textos como La señora Planchita o Las rositas, donde se proponían otros modos de vivir la femineidad, otros modos de ser mujer o niña. En Las hadas brillan en la oscuridad se cuenta la historia de un chico, Nanu, que vive con sus padres y un día se encuentra en el patio con un hada que, además, le confiesa que está enamorada perdidamente de él –a pesar de tener más de cien años- y que se lo quiere llevar a su reino. La abuela, como en muchos textos de Cabal, es la única que le cree y que va a ayudarlo a salir de esta situación complicada. A lo largo del texto, en distintos momentos, Nanu, el niño protagonista, va a ser objeto de las pedagogías de la sexualidad por parte de su padre, preocupado por la masculinidad de su hijo. Así al inicio del texto, cuando Nanu le cuenta que hay un hada en el patio, su padre le responde “-¿Otra vez con jueguitos de mujeres, Nanu? Te dije que no me gusta…” (Cabal, 2009:10) estableciendo con esta pregunta la creencia de que habría juegos distintivos para nenes y nenas y jugar con hadas no sería algo apto para varones. En la página siguiente, Nanu reflexiona acerca de la belleza del hada y entre paréntesis la autora incluye los pensamientos del personaje –recurso que ya había utilizado en Toby – y dice “(Yo, cuentos de hadas, no tengo en mi casa, porque mi papá no quiere. “Cosas de nenas, los cuentos de hadas, dice mi papá.)” (Cabal, 2009:11). Nuevamente, la voz del padre como voz del mandato masculino hegemónico que establece que existiría una literatura para niñas y una para varones donde las hadas no serían los personajes protagónicos, partiendo de una posición biologicista y psicologista en torno a lo que es bueno para los varones y en relación a lo que los varones pueden hacer o son, estableciendo un estereotipo para la categoría varón y mujer.  Además, en esta apreciación del padre se vincula la lectura con la diferencia sexual de manera universalista -y Cabal, hace resonar esta intervención del padre con cierta creencia social en torno a cuáles serían los textos para niñas y cuáles para varones-, estableciendo que los cuentos de hadas son para nenas sin considerar la agencia de los sujetos, en este caso de Nanu, en tanto posición de sujeto como inscripción subjetiva, fluida, cambiante, móvil, dinámica (Purcell-Gates y otros, 2011:34) que hace que lxs sujetos sean agentes activxs que leen desde sus propias historias de vida, itinerarios de lectura, biografías, etc.
Hablando de cuentos de hadas donde se pone en tensión el estereotipo de las hadas y los príncipes es el cuento “El anillo encantado” (1993, Sudamericana) del libro de cuentos homónimo de la escritora argentina María Teresa Andruetto donde se cuenta la historia de Ifigenia que enamora al emperador Carlomagno y éste deja todo por su amor hacia ella. Una tarde Ifigenia muere y el emperador hace embalsamar su cuerpo y no quiere separarse de él.
El Arzobispo, preocupado por esta situación, y sospechando un hechizo, revisa el cadáver de Ifigenia y encuentra en su boca un anillo con una piedra azul. El Arzobispo retira el anillo, Carlomagno entierra el cadáver y se enamora del Arzobispo. Así el anillo va pasando de mano en mano, y produciendo enamoramientos de Carlomagno hacia distintos varones que se cruzan en su camino con el anillo. En el texto, el narrador dice que “el hombre, asustado por este amor extraño, empezó a correr con el anillo en la mano, y el Emperador tras él.” dando cuenta de cómo se sentía él con este amor de Carlomagno y cómo era visto como extraño ese amor entre dos varones. Esta forma de denominar esa relación amorosa entre dos varones se vincula con lo queer, en tanto aquello fuera de lo normal, monstruoso, fuera de lo esperable, que sorprende a los varones del relato y establece un diálogo con los supuestos del lector/a.
Lo queer, como señala Siqueira Peres (2013) se caracteriza no solo para referirse a las más variadas formas de disidencia sexual y de género, sino también para referirse a todas las formas de identidad que se distancian de lo normativo y lo hegemónico como clase social, etnia, edad, etc. Lo queer, entonces, se refiere a aquellas identidades que se construyen desde fuera de los binarismos y de los universales.  En este sentido, podemos leer el libro álbum El niño gato (2013, Sm) de Triunfo Arciniegas y Dipacho, en el que un niño se siente exiliado del universo de los niños y del universo de los gatos, no forma parte de ninguna de las dos comunidades.
Desde la dimensión identitaria, el niño gato es un niño pero distinto con ojos, orejas y bigotes de gato y, es un gato distinto porque no le gusta comerse los ratones.  A su padre no lo conoció porque se fue a la guerra y nunca regresó y su madre, agobiada por los males de la guerra y la soledad, se suicida. El niño gato creció solo como tantos niños de la calle, niños sacer, “los niños lo consideraron gato y los gatos lo confundieron con un niño” y con la fantasía de poder ser como los otros, o niño o gato. Un niño gato que vive aislado de los demás en la escuela hasta que llega una niña gata que es como él y que disfruta de la sensibilidad de la naturaleza, recibe sus cartas de amor y disfruta de compartir con ella su singularidad. El niño gato representa aquel que construye su identidad en la soledad de una masculinidad alternativa, que disfruta de la lectura, de la naturaleza y de aullarle a la luna, que es sensible y que se deja llevar por sus emociones, que es en su singularidad fuera de la norma y de lo establecido. Esta dimensión identitaria no hegemónica está reforzada por las ilustraciones de Dipacho que habilitan otras lecturas al texto, mostrando la particularidad del niño gato respecto de los otros animales o los otros niños, su oscuridad, su desinterés por el fútbol y lo escolar, su soledad y ensimismamiento,  su no pertenencia a ningún colectivo.
Algo de eso también le pasa a un color en el libro álbum del escritor e ilustrador brasileño Ziraldo, Flicts editado por primera vez en 1969 y reeditado recientemente por Ediciones Continente (2013).
Flicts un color que  es “muy raro y muy triste”, que no encuentra su lugar en el universo de colores porque todo es de color pero nada es flicts, que es discriminado por ser diferente, por no entrar en los cánones, por no tener lugar en las banderas, ni en el arcoíris, ni en la caja de lápices, ni en ningún trabajo. Luego de recorrer el mundo, Flicts descubrió que “nada en el mundo es Flicts o por lo menos nada quiere serlo”, que era un color aislado, exiliado, discriminado. Por eso un día se cansó de buscar su lugar y desapareció, para reaparecer, escondido, en la luna que es color flicts. Flicts podría ser cualquier niño diferente, singular, con una identidad sexual y/o étnica diversa en tanto aquello monstruoso, es decir, ambivalente, mezclado, horrible, desordenado, distinto, intermedio (Fernández, 2013); un niño que no puede ser inscripto en las taxonomías establecidas que produce rechazo, miedo, violencia por su anomalía y que puede hacerse visible solo para aquellos que están dispuestos a mirar por detrás de las apariencias, por detrás de las máscaras, de los prejuicios, las ignorancias y los desconocimientos. Flicts se estructura en una construcción narrativa donde textos e imágenes conviven y se entraman para dar cuenta de la historia de este color; la página deviene un espacio gráfico donde los textos se presentan en distintos tamaños y tipografías y los colores configuran formas diversas que excluyen o incluyen a flicts. El texto y la imagen arman el relato en una relación interdependiente de una enorme sencillez y potencia narrativa.   
Otro texto que aborda lo queer en la LIJ latinoamericana es El vestido de mamá (2011, Criatura editorial) del escritor uruguayo Dani Umpi y Rodrigo Moraes, un relato donde un niño juega con el vestido de su madre y el vestido cobra una dimensión enorme desde la mirada del niño, sus fantasías y sus deseos de usar ese vestido.
El niño habita, a través del vestido, su propia femineidad en su masculinidad, saliéndose de la norma y actuando el género performáticamente. Es así como el vestido es descripto desde su materialidad, con su “tela mágica” y su brillo particular a la luz del soll; como un disfraz que le permite al niño ser otro y jugar a ser otro mirándose en el espejo, pero también ser víctima de la mirada de los otros que se burlan de que el niño use el vestido de mamá. El vestido es como una armadura que lo transforma, lo hace sentirse especial y los demás lo ven como distinto, raro, extraño, fuera de la norma. Desde lo visual, se refuerza el protagonismo del vestido verde, brillante y con piedras frente a la oscuridad que hay cuando el niño está triste; asimismo, en una estética del cómic se trabaja la línea cinética como forma de dar diversos sentidos a la ilustración, como por ejemplo, cuando los padres al verlo con el vestido se horrorizan. El vestido de mamá es un relato donde lo queer está dado por cómo el niño usa una vestimenta que desde la norma no forma parte de los cánones masculinos hegemónicos y cómo a través de ese vestido se permite fantasear e imaginar otros modos de vivir su masculinidad.
Pero, como decíamos al inicio, las representaciones de masculinidades en la LIJ latinoamericana no siempre muestran la diversidad sexual o las masculinidades alternativas, también se problematiza el estereotipo del varón patriarcal. Este es el caso de la novela No comas renacuajos (2012, Babel libros) del escritor colombiano Francisco Montaña Ibáñez donde las masculinidades hegemónicas conviven con los estereotipos de las niñas destinadas a los cuidados de los hermanos pequeños y las tareas domésticas.
No comas renacuajos relata la historia de cinco hermanos, tres varones y dos niñas, que viven solos a causa de los conflictos bélicos ya que su madre ha muerto y su padre ha sido desplazado. Cinco hermanos que buscan sobrevivir a las penurias, el hambre, la desocupación, el no acceso a la educación ni a la salud, abandonados por sus padres pero también por el Estado. Niños sacer, como decíamos antes, pobres, indigentes cuya vida no tiene ningún valor y los adultos los consideran desechables.
El texto se construye como una novela polifónica donde dos voces dan cuenta de la narración que estamos leyendo. Por un lado, un narrador en tercera persona que presenta y relata la historia de los cincos hermanos; por otro lado, una narradora niña que conoce en un hogar a David, uno de los cinco hermanos que es descripto como “inmortal” y que tiene la particularidad que señala a sus compañerxs con el dedo como si disparara un arma. Los dos narradores dan cuenta de los dos niveles de la historia, por un lado, el presente de la narración donde se relatan las penurias que viven los cinco hermanos y la difícil decisión de Héctor, el hermano mayor, que luego de no conseguir trabajo y no encontrar una salida para sus hermanos decide matarlos y, por el otro, el relato de qué fue de la vida de David, uno de los hermanos, que sobrevive al disparo de su hermano y termina en un hogar estatal donde conoce a la niña que narra su historia. Los dos niveles presentan también dos estilos narratológicos; el primero es donde hay más diálogos y la prosa es más sencilla y, el segundo, donde el escritor juega con el discurso poético en la voz de la niña. Dos voces que, a su vez, presentan las voces de los otros personajes niñxs pobres y abandonadxs a los que se alude para narrar una historia compleja desde lo estructural y desde lo temático.
El personaje de Héctor, el hermano mayor de David, está construido como un joven de trece años que representa el varón patriarcal, el macho proveedor que trabaja para llevar adelante la economía de la casa y que sigue el mandato paterno de no separar a los hermanos aunque sufran hambre y miseria. Héctor busca distintos caminos, algunos ilegales, para tratar de salir adelante con su familia, sus hermanos pero la vida le muestra que no hay opciones y que la única salida a tanta desesperación es la muerte. Al fin y al cabo se trata también de un niño prisionero de una situación de hambre y desconsuelo que no encuentra otra salida a tanta desesperanza. Luego de la búsqueda desesperada de comida y la escasez, David caza renacuajos para comer. Su hermano mayor obliga a cada uno de sus hermanos y hermanas a comer los renacuajos y, luego, decide que es hora de ponerle punto final a tanta desesperanza.  El autor, de manera poética, relata esa situación tremenda: “Cinco explosiones sin ningún grito se mezclaron dócilmente con la lluvia de pólvora que reventaba el cielo saludando al niño Dios.” (Montaña Ibáñez, 2012148) David, en cambio, es aquel que sobrevive a esa tragedia familiar porque, como recuerda al final de la novela, vomita los renacuajos y busca otros caminos para poder salir al mundo, ya no indemne, pero al menos con la esperanza de que otra vida es posible.

Este panorama acotado por la LIJ latinoamericana nos permite observar cómo autoras y autores están explorando nuevas maneras de mostrar las masculinidades en textos para el público infantil dando cuenta de que es necesario repensar las infancias apartándose de los binarismos y universalismos reduccionistas. Pero no se trata solo de abordar temáticamente la cuestión de las masculinidades alternativas y problematizar las hegemónicas sino también aportar una mirada estética sobre las infancias, sin perder de vista que estamos hablando de literatura y, en tanto tal, no podemos dejar de lado la polisemia y las múltiples significancias. Creo que es importante señalar esto sobre todo teniendo en cuenta que, a partir de la presencia de los activismos en la LIJ, nos encontramos con autorxs y editorxs que solo piensan en incluir ciertas temáticas perdiendo de vista la dimensión estética y literaria. En este sentido, creo que vale la pena recordar las palabras de Gustavo Roldán “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. (…) lo fundamental sigue siendo la belleza, la búsqueda de lo bello, aunque no siempre se lo consiga.” (Roldán, 2011:83).

Bibliografía
Andruetto, M. T. (1993) “El anillo encantado” en El anillo encantado, Buenos Aires, Sudamericana.
Arciniegas, T. y Dipacho (2013) El niño gato, Bogotá, SM.
Bustelo, E. (2011) El recreo de la infancia, Buenos Aires, Siglo XXI.
Cabal, G. B. (2009) Las hadas brillan en la oscuridad, Buenos Aires, Norma.
Fernández, A. M. (2013) “El orden sexual moderno: ¿la diferencia desquiciada?” en Fernández, A. M.; Siqueira Peres, W. (eds.) La diferencia desquiciada. Géneros y diversidades sexuales, Buenos Aires, Biblos.
Kogan, L. (1993) “Género-cuerpo-sexo: apuntes para una sociología del cuerpo” en Revista Debates en sociología, N° 18, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Depto. de Ciencias Sociales.
Lopes Louro, G. (1990) Pedagogías de la sexualidad. Mimeo.
Montaña Ibañez, F. (2012) No comas renacuajos, Bogotá, Babel Libros.
Morgade, G. (2012) Aprender a ser mujer Aprender a ser varón, Buenos Aires, Noveduc.
Roldán, G. (2011) Para encontrar un tigre. La aventura de leer, Córdoba, Comunicarte.
Siqueira Peres, W. (2013) “La psicología, lo queer y la vida” en Fernández, A. M.; Siqueira Peres, W. (eds.) La diferencia desquiciada. Géneros y diversidades sexuales, Buenos Aires, Biblos.
Purcell-Gates, V.; Perry, K. H.; Briseño, A. y Mazak, C. (2011). “Hablemos de agencia: apropiación y resistencia en las prácticas de lectoescritura de niñ@s y jóvenes”. En: Diana Milstein, A. Clemente; M. Dantas-Whitney, A.; Guerrero, L.  y Higgins, M. (comp.). Encuentros etnográficos con niñ@s y adolescentes. Buenos Aires: Miño & Dávila.
Umpi, D. y Soares, R. (2011) El vestido de mamá, Montevideo, Criatura editora.
Ziraldo (2013) Flicts, Buenos Aires, Continente.