martes, 23 de diciembre de 2014

Un regalo para el cierre del año: Bernabé y su amor dislocado




Hace unas semanas llegó a mis manos la nouvelle Bernabé. Memorias de un amor dislocado de Jenny Pineda con ilustraciones de Nerina Canzi (Random House Mondadori, 2014) y hoy, como último post del año, quería compartir con ustedes mi lectura de este texto.



La historia de Bernabé, un gato enamorado, es no solo el relato de un amor dislocado sino también es la narración de una ciudad y de la vida en un barrio, con sus rituales cotidianos, sus chismes, los intercambios entre vecinos y la cotidianeidad en comunidad. Asimismo esta nouvelle narra la historia de una niña y el vínculo con su “abuela un-poco-loca”, que juega y ríe ante las diferentes situaciones que atraviesan. Pero también es la narración de cómo se cuenta una historia de un amor melodramático - atravesada por el humor- entre un “gato mojado muerto rojo triste tímido libanés intolerante a la lactosa” y una gata siamesa blanca.

Bernabé. Memorias de un amor dislocado es una nouvelle de dieciséis capítulos –algunos de ellos construidos a partir de la publicación de los anuncios de los vecinos, como un modo de reforzar la construcción del verosímil del relato- donde una niña narra cómo llegó este gato a su ventana, las vicisitudes para alimentarlo y los dimes y diretes en cuanto a quién es el/a propietario/a del gato en el barrio y, en el centro del relato, cómo este gato colorado que está perdidamente enamorado de una gata y, a raíz de este amor, deviene un poeta que escribe poemas de amor, “poesía para gatos (…) dulzona”.  

Bernabé. Memorias de un amor dislocado es una novela para bucear en cómo nos enamoramos, cómo surge el amor, ese sentimiento que como dice el filósofo Alan Badiou es “siempre la posibilidad de un nacimiento”  y “una aventura obstinada” como la de este gato que, pese a todo, avanza para construir una relación, un vínculo con la gata siamesa.
Esta novela es también la oportunidad de conocer a una escritora colombiana que cuenta una historia de amor con sensibilidad y humor. Las ilustraciones de Nerina Canzi acompañan el discurso verbal a partir de una estética que se nutre de la influencia del cómic, del collage y de un estilo vintage que nos remite a esos viejos libros de cuentos de nuestra infancia.

Vale la pena conocer la historia de Bernabé. Puede ser un hermoso regalo para el arbolito.

Con este post me despido hasta el año que viene. Nos volvemos a leer a mi regreso de las vacaciones.
¡Feliz año!



lunes, 15 de diciembre de 2014

Hambre y poesía

Hace unos años, en un curso de capacitación en Cepa, una profesora llevó para compartir el libro Hugo tiene hambre de Silvia Schujer y Mónica Weiss. Durante muchos años lo busqué sin suerte, incluso el año pasado también lo rastreé en Bogotá pero no lo encontré.



Hace unos días, con alegría, lo recibí en mi casa enviado por Cristina Gabás de www.plazadeautores.com.ar y hoy lo comparto por acá. Ahora sí se consigue en Buenos Aires (Buenos Aires, Norma, 2014).

¿Qué tiene de singular este texto que tanto busqué? Creo que da cuenta de cómo contar una historia de un niño con hambre, con poesía y belleza.

Hugo tiene hambre relata la historia de un niño de la calle desde una doble mirada: por un lado, la del narrador que presenta a Hugo e interpela desde la primera frase del texto al lector y, por otro lado, desde la mirada de Hugo que se muestra a través del diálogo entre texto e ilustraciones –construyendo un libro álbum- que vamos leyendo a medida que avanzamos con el relato. Además, el texto narra la historia de Hugo desde sus sensaciones, desde cómo ve la realidad a través de su hambre y su mirada. Es decir,  el texto va construyendo el relato de cómo Hugo transita el hambre en una ciudad donde el anonimato y la indiferencia de la gente no permiten ver a ese niño que “está enojado porque tiene hambre”.

Pero el relato no se queda ahí, se construye apelando a la imaginación  y a su poder transformador. Es decir, la situación de hambre del niño da lugar a sobrellevar esa situación a partir de imaginar que todo lo que ve se transforma en comida. Así los árboles devienen alcauciles, la fuente es un gran plato de sopa, un perro es un gran pancho… Y es ahí, en esa imaginación transformadora donde las ilustraciones de Mónica Weiss apuestan a focalizar la mirada de Hugo, lo que ve y siente. De allí que texto e ilustración dialogan para contar una historia que emociona y nos deja reflexionando.

Hugo tiene hambre es un libro para leer y releer con niñxs, una y otra vez, porque, como señala Perry Nodelman:

“La verdadera inocencia no es ignorante. Permanecer inocentes, es decir, tratar de no hacer el mal, exige conocer el mal. Por lo tanto, el conocimiento protege a la inocencia: sólo los que están armados de nociones éticas y prácticas acerca del comportamiento propio y del comportamiento de los demás, poseen recursos para ser buenos. Y estoy convencido de que esto es particularmente cierto en el caso de los niños.” Disponible en http://www.imaginaria.com.ar/2010/09/todos-somos-censores/

Hugo tiene hambre es un relato sensible y audaz. Un libro memorable para atesorar y regalar.





jueves, 11 de diciembre de 2014

Cuando el corazón es grande…


Desde hace unos años, la literatura para niñxs argentina comenzó a incluir entre las historias que contaba la realidad de lxs niñxs con hambre. Así nos encontramos con textos como “Un soberano en harapos” o “Caramelos y ojos grises” de Liliana Bodoc, el bello y sensible Hugo tiene hambre de Silvia Schujer, entre otros textos que tematizan la condición de muchxs niños y niñas de América Latina. Las cortinas rojas de Margarita Mainé (Norma, 2014) también se inscribe dentro de esta temática pero con una vuelta de tuerca interesante.

El relato se inicia con la noticia de una familia que se debe mudar a otro barrio por problemas económicos. El cambio a un nuevo barrio y a un departamento más pequeño genera en las hijas de Félix y Ema cierta preocupación y desagrado. Ema, la madre, decide comprar unas cortinas rojas para cubrir las ventanas y no ver el barrio donde hay niños descalzos y “casas desprolijas que parecían de cartón, con chapas en los techos”. Pero todo cambia cuando sus recetas y sus guisos atraen a niños y niñas de todo el barrio y las cortinas rojas devienen mantel que cobija a aquellxs que tienen hambre y ganas de compartir con otrxs.  Paula y Anita, las hijas, ya no se ocultan en la casa, juegan en la vereda.

Las cortinas rojas es un relato esperanzador donde la temática del hambre y la pobreza se enlaza con lo colectivo y la construcción de lazos sociales y, por sobre todo, con la poesía del relato. Las ilustraciones de Mariela Califano se construyen en un contrapunto de la paleta donde el rojo de las cortinas va ganando, poco a poco, la superficie dibujada y va cubriendo el espacio para dar cuenta de un corazón grande y generoso.

¿Qué otros textos conocen donde se aborde el tema de la pobreza?

Besos, 









martes, 9 de diciembre de 2014

Un pueblo patas para arriba


¿Qué pasaría si en un pueblo muy ordenado y perfecto cae un hechizo que pone patas para arriba todo y transforma la perfección en un gran lío? De eso se trata Loco por vos de Gabriela Keselman (Norma, 2014), reedición de la novela titulada Loco por ti editada por primera vez en 1999 en Espasa Calpe.

Normalucho, el alcalde de Frentealmar, es el funcionario perfecto, cumple con todas sus tareas y hace que todos cumplan y que todo funcione perfecto en el pueblo hasta que algo sucede y cambia sus planes.
La nouvelle se inicia con el flechazo de la bruja Maldeamor al ver a Normalucho desde el cielo y esa situación la hizo perder la cabeza y aterrizar de un golpe al lado de Normalucho que no entendía nada. Este encuentro inesperado le sirve al narrador para reflexionar sobre cómo las personas se conocen y se enamoran, fruto del azar o la casualidad. Pero en el caso del alcalde de Frentealmar eso no es posible, su solemnidad no le permite salir de su seriedad y atildamiento y ve a la bruja Maldeamor como una enemiga que quiere echar por tierra el trabajo de toda su vida. 
El primer cambio que ve Normalucho es cuando descubre que su jardín ya no es un primor sino que todo ha sido transformado: las flores “habían crecido desmesuradamente hasta  formar una selva impenetrable” y donde había hortensias ahora se encontraban cactus  y debajo de un árbol de moras se encontraba Maldeamor. Luego, viendo que a Normalucho no le había gustado el regalo, decidió volver a poner las cosas en orden en el jardín.  A partir de allí, Maldeamor va a hacer todo lo posible para que Normalucho se enamore de ella y, para ello, va a dar vueltas el pueblo y sus costumbres fruto de su hechizo. A medida que leemos la nouvelle vamos entrando en una historia desmesurada e hiperbólica donde el fruto del amor de Maldeamor o el hechizo para conquistar a Normalucho o Nórmal, como ella le dice, hace que un pueblo ordenado y donde todo funciona se transforma para dar lugar a las situaciones más disparatadas: el empleado del correo que se enamora de sí mismo, una agente de tránsito  genera un gran caos de tránsito cuando se enamora de un perchero, o la cajera del banco que se enamora de los billetes y las monedas y produce un gran lío entre los clientes y así situaciones disparatadas que ponen el mundo al revés en Frentealmar.

El relato se construye poniendo en juego los recursos humorísticos como la hipérbole, el mundo al revés, la bola de nieve, el uso de los nombres connotativos y disparatados. Además, cada vez que Normalucho lee en el diario una noticia del caos que ha tomado al pueblo,  lxs lectorxs leemos la página del diario que se inserta en el relato. También, a medida que Maldeamor le envía cartas o poemas para enamorar al alcalde, los textos ingresan en el relato construyendo, de esta manera, un entramado de géneros discursivos que le dan verosimilitud al relato.

Loco por vos es una novela humorística que se burla de la solemnidad, de los personajes perfeccionistas y del modo en que las personas se enamoran que las lleva a perder la cabeza y volverse un poco locos. Los dibujos de Mey son los compañeros perfectos del texto de Keselman.
Loco por vos es una buena ocasión para empezar a conocer al prolífica producción literaria de Gabriela Keselman y sobre todo, disfrutar a las carcajadas de la literatura.

Para conocer un poco más de esta autora pueden visitar su página web www.gabrielakeselman.com



miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cortázar en la literatura para niñxs: última entrega

Última entrega de los trabajos presentados en el  panel “Julio Cortázar y la literatura argentina para niñxs: diálogos, préstamos y reinvenciones” en las Jornadas de enseñanza de la literatura 2014 "La vuelta a Cortázar en 80 voces" que se realizaron en el IES 1 el 6 y 7 de noviembre. 


Los otros cielos 
Mariana Cusani (IES N° 1)  
Este diálogo que propongo entre algunos rasgos de la poética de Julio Cortázar y de Graciela Cabal quisiera inaugurarlo con unas palabras de Michel de Certeau: “…los lectores son viajeros, circulan sobre las tierras del prójimo, nómadas que cazan furtivamente a través de los campos que no han escrito, que roban los bienes de Egipto para disfrutarlos” y comenzar la charla con esta frase tiene que ver con que lo que conecta a los dos autores a través del tiempo y de los temas es el hecho de que aquí, en mí, hay una lectora, un universo desde donde -como quería Cortázar- la literatura se vuelve “puente vivo de hombre a hombre” (o de hombre a mujer y viceversa, o de mujer a mujer). Sus obras son disímiles,  no pertenecen a una misma corriente literaria, ni a una misma época, pero aunque hay muchos elementos que no se corresponden directamente entre la obra de los dos, también abundan muchísimos otros que sí nos permiten conectar y revalidar esos tejidos que como lectores podemos crear.
Ambos autores han producido un enorme corpus de textos literarios, de crítica,  ensayos, novelas, cuentos. No me voy a detener a enumerar la producción del archiconocido Cortázar, pero sí, quisiera presentar brevemente a Graciela Cabal, para que quienes no han tenido la alegría de leerla sepan que es una autora polifacética, prolífica y muy divertida, que no solo escribió cuentos y novelas, sino también artículos sobre divulgación científica, historia y derecho ciudadano; también realizó guiones televisivos, artículos sobre educación y literatura infantil argentina; sus textos proponen “un salto al vacío”, una ruptura con las viejas convenciones respecto de la literatura para niños y jóvenes. Y en esto encontramos conexión con la obra de Cortázar, que también propuso una ruptura con las formas convencionales de la literatura; los texto de él también proyectan un salto al vacío para el lector.
Nos ocuparemos de vincular dos textos de Cabal, el cuento “La señora Planchita” (1988) y la nouvelle Toby (1997) con algunos temas presentes en la poética cortazariana.



Toby, el protagonista de la novela, es un niño que va descubriendo el mundo que lo rodea con su particular mirada de la realidad. En el relato tiene especial importancia la presencia de un pisapapeles de cristal que le regaló su abuelo, este objeto va variando según los estados anímicos que lo atraviesan a Toby. Sobre todo cuando la realidad aparece saturada, el pisapapeles funciona como un objeto de pasaje que le permite al protagonista tanto acceder a otras realidades, como procesar elementos de su situación familiar y emocional. Toby tiene la dificultad de poner en palabras las cosas que quiere decir, lo que lo atraviesa, lo que siente; pero encuentra en esa esfera de cristal imágenes que dan cuenta de su mundo, que le permiten la proyección de otros universos y en donde el lenguaje deja de ser un obstáculo. Cortázar en Rayuela aborda largamente el problema de las palabras y muchos personajes de la novela manifiestan que muchas veces el lenguaje se vuelve un obstáculo entre el hombre y su ser más profundo. Toby utiliza el pisapapeles como forma de proyectar su realidad más honda, a la que no puede acceder por la imposibilidad que se le plantea con las palabras.
En un artículo titulado “Cortázar, el juego del desafío”, la autora Luisa Valenzuela nos cuenta: "(…) que de chico le fascinaban los cristales, materia sólida a través de la cual se transparenta y a veces se desdobla y multiplica la realidad. Y también las palabras. Contó que solía dibujarlas en el aire, con el dedo, para verles la verdadera forma. Su escritura supo respetar estas fascinaciones tempranas y nos legó una forma de espiar lo que está del otro lado de esto que por hábito llamamos realidad”. Podemos rastrear entre estos datos y Toby ciertos rasgos similares: la aparición del objeto de cristal que manipula el protagonista en diferentes oportunidades, que le permite desdoblar su realidad y hacerla transparente; y también la cuestión de las palabras y el lenguaje.
Por otra parte, en el cuento “La señora planchita”, Aurora, la protagonista, es una ama de casa saturada por los trabajos que le demanda lo doméstico y el cumplimiento de esas labores la lleva a convertirse por momentos en una autómata que cuando necesita una vía de escape se pone a mirar televisión y a planchar, y si no tiene nada que planchar vuelve a alisar lo planchado. Sucede que su televisor no funciona bien y lo que ve en la televisión es casi lo que vería por la hendija de una cerradura. Pero aun así cuando la realidad la aplasta, encuentra en ese espacio/tiempo de planchado ese otro cielo al que se escapa en donde ella se vuelve otra mujer, una protagonista de novela, alguien que circula por otros espacios. En este caso, ese televisor que funciona mal es el elemento de pasaje que le permite escaparse de su realidad, que le permite mirarse en otro espejo que le devuelve otro rostro, otra vida, otro cuerpo.
Otro de los temas que aparecen en la obra de Cortázar es tema de “la búsqueda” y  “la señora planchita” busca en ese gesto de planchar la posibilidad de otra vida, de romper con el orden que tienen sus días. Los dos protagonistas de las obras que ponemos a dialogar con Cortázar buscan, como también lo hacen los personajes de Rayuela, salir de la casilla habitual para buscar más allá, más lejos, detrás o al otro lado. El orden cotidiano no les permite encontrar su verdadero ser, la forma de expresar sus propias búsquedas, sus sentimientos, por eso encuentra uno en el pisapapeles y otro en el televisor, la prenda de rescate que les permite salirse del tablero, de las casillas en las que habitualmente quedan atrapados. Estos objetos que no llegan a configurarse como elementos fantásticos en la obra de Cabal del modo que los trabajó Cortázar en sus cuentos, funcionan igualmente como formas que permiten la ampliación de la realidad.
Cortázar ha demostrado considerablemente su genio para trabajar con estos elementos, en su obra cuentística  genera un clima “neofantástico”, en el que se alude a una trama realista, en la que mediante la introducción de un elemento fantástico, se abre la puerta hacia la sospecha de otra realidad más misteriosa, inasible e inquietante, que atraviesa el mundo cotidiano. Encontramos que en uno y otro autor la incorporación de estos elementos pueden tener en común la intención de romper con idea de que la realidad es una sola y que coexisten distintos mundos en ella sin excluirla; que en situaciones de crisis, cuando los personajes parecen no encontrar un horizonte mejor, esos elementos les permiten operar cambios sobre sí mismos y sobre el entorno que los rodea. También encontrar otros cielos jugando una rayuela personal.

Bibliografía 
Cabal, Graciela (2009), “La señora planchita”, en La señora planchita y un cuento de hadas pero no tanto, Buenos Aires, Sudamericana.
------------------- (2010), Toby, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma.
Cortázar, Julio (2000), Rayuela, Madrid, Ediciones Cátedra.
Goloboff, Mario (1998), Julio Cortázar, la biografía, Buenos Aires, Seix Barral.
Jarkowski, Anibal (2005), “Estudio de casa tomada y otros cuentos”, en Casa tomada y otros cuentos, Buenos Aires, Alfaguara.
Sardi, V. y Blake, C. (2011) Poéticas para la infancia, Buenos Aires, Editorial La Bohemia.
Valenzuela, Luisa (2005), "Cortázar, el juego del desafío” en Casa tomada y otros cuentos, Buenos Aires, Alfaguara








jueves, 20 de noviembre de 2014

Cortázar en la literatura para niñxs: III entrega

Como lo había prometido, en este post va la tercera entrega de las ponencias que presentamos en el Panel Julio Cortázar y la literatura argentina para niñxs: diálogos, préstamos y reinvenciones en las Jornadas del IES N° 1 "La vuelta a Cortázar en 80 voces". Hoy les presento el trabajo escrito por Andrea Testa.


Mujeres desatadas deambulando por el mundo
Andrea Testa
(IES Nº 1 “Dra. Alicia Moreau de Justo)



El escritor escribe un párrafo, deja un espacio y empieza otro párrafo. Entonces te paras a pensar en ese espacio”

JUDITH BUTLER

  El propósito de este trabajo es establecer diálogos intertextuales entre diferentes mujeres de la ficción argentina. Específicamente, el diálogo de cuatro mujeres entre millones de mujeres: Alina Reyes, “La lejana” del universo ficcional de Cortázar (Bestiario, 1990 [1951]) y la esposa suicida de “El río” (Ceremonias, Cortázar,1989
[1956]); ambas atrapadas por la rutina, las convenciones sociales, el tedio, la incomunicación; y dos mujeres de cuentos incluidos en el libro Déjame ser la Negra María y otros cuentos de Adela Basch (2010): “La mujer alada” que logra encontrarse en su deambular por el mundo y “La muñeca desatada” que deja de ser muñeca-objeto, apretando  sus propios botones, pertenecientes al universo de la literatura infantil y juvenil (LIJ).


  La idea es establecer una mirada entre la poética de ambxs autorxs, como así también realizar un análisis  de las obras y sus respectivos contextos de producción.

  Para comenzar, resulta insoslayable retomar las ideas de Judith Butler (1990), quien habla de identidades nómadas frente a aquellas fijas, y plantea además nuevas formas de habitabilidad de los cuerpos, desnaturalizando conceptos como sexo, género y deseo. Instala la noción de que el sexo y el género son construcciones culturales que muchas veces violentan a los sujetos que no participan de las mismas, oprimiendo a los individuos y a sus relaciones respecto del poder.
   En los cuentos de Cortázar, podemos observar a ambas mujeres -Alina Reyes y la esposa de  “El río”- sujetas  a determinada concepción de femineidad que las lleva a una muerte tanto simbólica como concreta. Los únicos juegos que son permitidos para Alina en el relato “Lejana” son los  juegos con las palabras: armar y desarmar anagramas, descubrir palíndromos y escribir un diario íntimo, exclusiva escritura legitimada para la mujer de ese contexto socioeconómico:

Ir allá a convencerme de que la soltería me dañaba (…), tener veintisiete años y sin hombre. (…)Y ya que cerraré este diario, porque una o se casa o escribe un diario, las dos cosas no marchan juntas.(…)(Lo escribo, y basta de diario para bien mío.) En el puente la hallaré y nos miraremos. (…) y será la victoria de la reina sobre esa adherencia maligna, esa usurpación indebida y sorda. Se doblegará si realmente soy yo, se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro. (Cortázar, 1951: 46-47).


   Ese ir allá, significa ir a Budapest a encontrarse con la otra, con la que ella cree realizará una fusión que la completará, que la rescatará de ese vacío existencial, de esa sensación de carencia y vulnerabilidad. Pero, para llevar a cabo este encuentro necesita casarse con Luis María, dándole poder a este vínculo conyugal para deambular y encontrarse consigo misma. Sin embargo, en Budapest, en el medio de un puente se produce este encuentro que la deja más sola que antes; ya que hay un intercambio solo de cuerpos y la lejana transmigra en su cuerpo, dejándola abandonada y harapienta con la otra realidad:

Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose”. (Cortázar, 1951: 49)

  Por otro lado, en el cuento “El río” hay un marido acostado en la cama matrimonial que habla con desdén de su esposa:

Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas de sábana y boca pastosa (…) casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo. Entonces está bien, qué me importa si te has ido, si te has ahogado o todavía andas por los muelles mirando el agua. (Cortázar, 1956: 18)

  El relato -que se desarrolla como un monólogo y va entre el sueño y la vigilia- culmina con la yuxtaposición de espacios y tiempos en los que el marido está acostado en el lecho nupcial y, a la vez -por esa maestría cronotópica  de Cortázar- reconoce el cuerpo ahogado de la mujer; de esta mujer que se asfixiaba tanto en el lecho nupcial como en el lecho del río.

  Retomando las ideas de Butler, podemos afirmar que estos personajes de la creación cortazariana de los 50 y 60 no logran realizar un proceso de individuación y apropiación de su propia identidad, entendiendo la identidad no como una realidad unívoca, sino como una construcción vital desde la propia subjetividad. En ambos cuentos, Cortázar desenmascara, a través de estas mujeres, la opresión de ceñirse a una identidad fija y a la construcción que la sociedad hace de sexo, género y deseo, naturalizando estos conceptos y violentando a quien tiene que ceñirse a ellos frente al poder, en estos casos, falocéntrico.


  Por otra parte, los cuentos de Adela Basch fueron publicados en el volumen Déjame ser la negra María  en el 2010 por Ediciones Abran Cancha.  “La mujer alada” es una mujer que tiene un esposo, hijos, sale a trabajar y su aporte material es un pilar para la bonanza familiar. Es “una mujer como cualquier otra entre millones de mujeres. Pero, aunque esto no la diferencie en nada de las demás, ella se llama a sí misma yo”.
  Esta mujer va a trabajar todos los días, recorriendo las mismas calles, deambulando por un mundo conocido, conforme con la vida que lleva; pero un día, por casualidad o por causalidad, se desvía de ese camino rutinario y siente que un rumor la roza, y a raíz de ese rumor cambia la perspectiva de su mundo, y en lugar de ir camino al trabajo, se encuentra en un desierto y siente “sus dos pies descalzos que murmuran sobre la arena (…)y desde adentro de sí misma el silencio florece (…)y se suceden las noches y los días en una inmensidad que está al mismo tiempo en todas las inmensidades” (Basch, 2010:15). Y luego de experimentar esta sensación de inmensidad, de sus pies sintiendo la arena se le aparecen hombre y mujeres que la rodean llamándola reina y ella se corta un mechón de sus cabellos y los planta en la arena y logra que surjan árboles en el desierto.
  Y esta mujer no se pregunta el porqué de esta situación, la deja fluir y se anima a fluir desde su subjetividad.
  Esta mujer que es proclamada reina y consigue que florezcan árboles de frondosas ramas, logra que el desierto se transforme en bosque y que, a pesar de ser llamada reina, sigue deambulando y en ese nomadismo sigue buscando su identidad hasta que llega a una playa, construye una embarcación y se deja mecer hasta llegar a un palacio flotante donde sobreviven hombres, mujeres y niños que la proclaman emperatriz y le piden que los lleve a tierra firme, entonces “ella se pincha los dedos de las manos y se frota los hombros con el rocío de las gotas de su propia sangre. Y en el fresco jardín de sus espaldas florecen, gemelas, dos alas”. Entonces “(…)emprende vuelo llevando un puñado de náufragos sobre las alas”.(Basch, 2010: 18)”.
  Y esta mujer que fue sombra en el desierto, nave en las aguas; esta mujer que fue reina y emperatriz, con solo desviar unos pasos de su rutina, vuelve a su casa, atraviesa las ventanas conocidas y se anima a decirle a su marido: “Querido, hoy cociná vos porque yo estoy cansada”.
  De esta manera, termina el cuento y así, con cuestiones cotidianas, los textos de Adela Basch, generan una ruptura de cuestiones estigmatizadas, tanto respecto de las construcciones de género y sexo como de búsqueda de identidad y generan una “justicia poética” que subvierte el orden y los cánones establecidos.

  En “Muñecas desatadas” se cuenta la historia de una muñeca que es activada a través de botones: para hablar, para reír, para llorar. Una muñeca objeto que descubre que está al servicio de los demás y se desencanta con este descubrimiento: “Ellos no necesitaban que alguien les apretara un botón para hacer ninguna de las cosas que hacían (…) cantaban, corrían, bailaban, contaban historias, dormían y mil cosas más” (Basch, 2010: 63).
A partir de este deseo de ser otra o de ser ella misma, de poder hacer cosas que hacían los otros; aprende a accionar sus propios botones y a decidir qué y cuándo hacer las cosas, además, de ser invadida por la música, hecho éste que logra humanizarla y de repente tener “un nombre, una madre, un padre y una casa con un árbol de Navidad” y descubrir, además que también tiene otros botones, botones invisibles. “Son distintos, no sé dónde están, no los puedo ver. Pero estoy tratando de vivir sin ellos”.
  Adela Basch en este cuento juega con las palabras, con el doble sentido de la palabra muñeca: la muñeca atada a sus botones y las muñecas atadas a esposas-grilletes que impiden el movimiento. Es una alegoría de la búsqueda de identidad, de identidades, de aprender a tocar los propios botones, no los que impone la sociedad, los de la mujer-muñeca-objeto que logra romper los mecanismos que la atan o la hacen vivir vidas ajenas a sus deseos, la mujer dependiente o niña. Aunque, sin embargo, toma conciencia de que tiene otros botones, no tan tangibles y aunque son invisibles y debe aprender a reconocerlos, logra mudar de la  identidad impuesta a una deseada por ella.

  Habiendo trazado un segmentado itinerario entre las mujeres de los cuentos seleccionados, podríamos relacionarlas por cuestiones que las asemejan y, también, que las diferencian. El punto de coincidencia entre estas cuatro  mujeres es que son conscientes de sus búsquedas, de su “malestar en la cultura”, de sus opresiones; pero en el caso de los cuentos de Cortázar, en su búsqueda de sí mismas pierden sus cuerpos y sus vidas. En cambio, en los textos de Adela Basch y, tal vez, por el contexto de producción de estos cuentos, las mujeres -conscientes de sus necesidades- se entregan a la búsqueda, y la conciencia de sus propias ambigüedades es lo que les da fortaleza desde la habitabilidad de sus propios cuerpos y deseos.

  Establecidas estas conexiones respecto de estas cuatro mujeres entre millones de mujeres, quedaría reflexionar respecto de la cuestión de la literatura infantil, recordando que a partir de los años ’70 y teniendo como precursora a María Elena Walsh, los escritores privilegian una democratización del lenguaje, en que las historias aparecen enmarcadas en contextos reales, familiares y contemporáneos, como en el caso de “esta mujer alada” que no quiere lavar los platos o va caminando a trabajar. Estas contextualizaciones llevan implícito un concepto de infancia en el que se acorta la brecha asimétrica entre el escritor y el lector, ya que los problemas de los adultos, los conflictos sociales, los nuevos modos de integración de las familias  son planteados en los textos de la literatura infantil y juvenil.  De allí que tanto la mujer alada como la muñeca desatada planteen cuestiones reconocidas y vividas por la mayoría de los lectores, de esa ruptura del canon clásico de la visión de niño.
  

  Para concluir, querría tomar dos frases que tienen algo en común respecto de la infancia y la literatura. La primera frase, que es de María Elena Walsh, podría ser tomada como un manifiesto: “La función primordial de la literatura para niños es proporcionar placer, ser en definitiva una modesta forma de felicidad”.(Walsh, 1993)  Y para dialogar con esta, es casi una obligación, retomar la oración final del capítulo 104 de Rayuela, en la que Cortázar sostiene: Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”.

  Como idea final de este trabajo, me gustaría hacer una fusión entre ambas frases y sostener que la nueva literatura infantil y juvenil es una modesta forma de felicidad y piedrecita que nos permite llegar al Cielo.


Andrea Testa - Noviembre 2014




BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA


-          Arpes, Marcela y Ricaud, Nora. (2008): Literatura infantil argentina. Infancia, política y mercado en la constitución de un género, Buenos Aires, editorial Stella-La Crujía, Cap. 1.
-          Basch, Adela. (2010): Déjame ser la negra María y otros cuentos, Buenos Aires, ediciones Abran Cancha.
-          Butler, Judith. (1990): El género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad, España, Paidós.
-          Carli, Sandra. (2006) “Notas para pensar la infancia en la Argentina. (1983-2001). Figuras de la historia reciente” en La cuestión de la infancia, Buenos Aires, Paidós.
-          Cortázar, Julio. (1990 [1951]): Bestiario. Buenos Aires, Sudamericana-Planeta.
-          ___________________(1989[1956]): Ceremonias. Buenos Aires, Seix Barral.
-          Díaz Rönner, María Adelia. “La literatura infantil: territorio de sub-versiones” en La aldea de los niños, Córdoba, Comunicarte, 2011.
-          Walsh; María Elena (1993), conferencia “La poesía en la primera infancia”, dictada en el evento Organización Mundial de Enseñanza Preescolar, recogida en Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes, Sudamericana, Buenos Aires.



jueves, 13 de noviembre de 2014

Cortázar en la literatura para niñxs: II entrega

Como lo había prometido, aquí va la segunda entrega del panel en las Jornadas "La vuelta a Cortázar en ochenta voces" el día viernes 7 de noviembre. En este caso, publico la ponencia presentada por la Prof. Bárbara Barrangú egresada del IES N° 1. 



Lectores y escritores y el placer casi perverso de irse desgajando línea a línea.
Prof. Bárbara Barrangú

Hace algunos días en una clase de 3er año, luego de leer el cuento “Llama al teléfono, Delia” (Cortázar: 2007)  de Cortázar, Sofía levanta la mano y sentencia: “es como que a los cuentos de Cortázar siempre hay que darles una vuelta de tuerca más”. Instantáneamente, pensé dos cosas: La primera: si yo fuese escritora profesional, me encantaría que alguien hiciera esa crítica sobre mis textos. La segunda: de eso precisamente se tenía que tratar mi ponencia sobre literatura infantil, de las vueltas de tuerca.
Me explico: la metáfora de Sofía aplicada a Cortázar si bien es muy acertada es reconocible para casi todos los que estamos acá presentes. Asiduos lectores como somos de la obra de Cortázar (y el que no lo sea no va a reconocerlo en este ámbito académico y mucho menos en el contexto de estas jornadas) podemos, incluso, ponerle un nombre técnico a esto que ella llama “vuelta de tuerca”: el elemento fantástico, la superposición de realidades, lo onírico, etc. Sin embargo, muchas veces desconocemos que el campo de la literatura infantil está, también, plagado de “vueltas de tuercas”. Que no se trata simplemente de cuentos que describen “el aleteo de una mariposita que salta de flor en flor, en un mar de diminutivos, adjetivaciones empalagosas y maravillosos sentimientos” como expresa Ricardo Mariño en sus “Máximas y mínimas sobre estimulación de la lectura”.[1]
 Desde los espacios del Seminario “Literatura para niñxs y representaciones de infancia”, las materias “Didáctica de la lengua y la literatura” y “Didáctica de las letras” y, por qué no, desde las inquietudes personales, venimos reflexionando acerca de la complejidad que presentan las obras literarias para chicos y, enmarcado en este año cortazariano, me gustaría presentar un relato que dialoga, homenajea y recrea la poética del autor de Rayuela. En otras palabras: que le da una vuelta más de tuerca.


En este rincón, “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar con cientos de miles de lectores alrededor del mundo, infinidad de artículos que lo analizan y reseñas que lo critican. En este otro, “El hombre sin cabeza” de Ricardo Mariño, menos conocido internacionalmente quizás, pero vislumbrándose como una de las promesas de esta temporada. Sabrán entender que si de metáforas se trata, la idea del ring de boxeo para comparar poéticas no es una simple elección. Y, como le pasaba a Cortázar de acuerdo a lo que relata en una entrevista brindada en Madrid en el año 1983 (Crespo: 1995), tengo una tendencia a ponerme del lado del más débil o, por lo menos, del menos conocido. Me veo obligada a aclarar que el propósito de este trabajo no es enfrentar a ambos autores hasta encontrar un ganador sino ponerlos en diálogo. No obstante, el imaginármelos en dos esquinas de un cuadrilátero rodeado de cuerdas me resulta irresistible.


“Continuidad de los parques” narra la historia de un hombre de negocios que se dispone a continuar con la lectura de una novela que “había empezado a leer unos días antes”, que abandonó por negocios urgentes”, “volvió a abrir cuando regresaba en tren” y a la que volvió en la tranquilidad de su estudio. Revisando antecedentes teóricos sobre el cuento, encontré algunas críticas a este personaje – lector porque, parecería, no se interesaba de verdad en su lectura si la interrumpía constantemente o la abandonaba por algo tan poco literario como sus actividades laborales. Aparentemente, merecería su fatal desenlace puesto que, además de poco sistemático, era un lector poco comprometido, pasivo. Un lector “HEMBRA” (en palabras del propio Julio) decía un artículo si no había sido capaz de darse cuenta de que la víctima de los amantes de la cabaña del monte resultaría ser él mismo. En este primer punto, disiento absolutamente. No, no porque sea una asidua defensora de personajes acusados sino porque entonces debería aceptar que, indefectiblemente, en algún momento llegarían Drácula, Mr. Hyde o hasta el mismísimo Lord Voldemort a cobrarse mi vida pues yo tampoco soy, lo que diríamos, una lectora prolija que comienza una novela y la termina en una tarde, que no mezcla esa lectura con otras que se le van presentando en el camino y que hasta la abandona porque en algún punto la aburre para retomarla después y descubrir que finalmente era apasionante o desestimarla definitivamente porque le resultó soporífera. Entonces, o me pongo del lado del hombre de los negocios urgentes o me siento a esperar a que la “Liga de la Justicia Literaria” venga a por mí en cualquier momento. Puesta a elegir, me quedo con la primera opción que me parece más beneficiosa para mi persona. Además, el narrador nos permite reconciliarnos con el personaje – lector cuando describe la escena de lectura, cuando nos relata su capacidad para retener fácilmente los nombres y las imágenes, cuando lo describe absorbido y dejándose ir por el libro que tiene entre las manos. Y, volviendo al boxeo, cuando la ficción novelesca le gana el round casi en seguida.
A Luis Lotman, el protagonista del cuento “El hombre sin cabeza” de Ricardo Mariño, le ocurre algo muy similar aunque su oficio no sea el de lector sino el de escritor. Su relación con el proceso creativo es igual de comprometido: se encuentra “inmerso en el clima inquietante de sus propias fantasías” y “absorto en su trabajo”. El cuento que intenta crear trata sobre un muerto que regresa a la casa en la que lo habían matado cien años antes para vengarse sobre un descendiente de su asesino. Y como casualmente, el escritor, habita una casona antiquísima en la que se había producido un crimen, se le ocurre tomarla como escenario inspirador para su relato. En “El hombre sin cabeza” el protagonista es alguien que como en el cuento de Cortázar se relaciona íntimamente con la literatura.
La primera filiación insoslayable entre los textos es que ambos reflexionan sobre los procesos de lectura y escritura. Eso que, en teoría literaria, conocemos como metaliteratura.
El narrador de Mariño se permite incluso hacer una suerte de definiciones de categorías literarias. Dice acerca de los cuentos de terror:
Suelen tener dos protagonistas: uno que es víctima y testigo, y otro que encarna el mal. El “malo” puede ser un muerto que regresa a la vida, un fantasma capaz de apoderarse de la mente de un pobre mortal, alguna criatura de otro mundo que trata de ocupar un cuerpo que no es el suyo, un hechicero con poderes diabólicos…

Una explicación más que acertada para referirse al género. Más adelante se atreve con el concepto de verosimilitud:
Una historia increíble puede parecer verdad debido a la lógica atinada de los eslabones con que se va armando y a los vívidos detalles que crean el escenario en que ocurre.
No sólo una esclarecedora reflexión sino también la excusa perfecta  para que el personaje – escritor comience a recorrer su propia casa sólo alumbrado por una vela para poder experimentar, ver, percibir e inquietarse como lo haría su personaje – víctima. Ambos textos, decíamos, presentan dos niveles de ficción. En primer lugar, la realidad del escritor o lector en cada caso,  y dentro de ella, la ficción que está siendo consumida o creada por dichos personajes. Como si se tratara de un juego de cajas chinas pero con la particularidad que en algún momento se entrecruzarán y fusionarán.
La principal diferencia que podemos señalar entre el cuento de Cortázar y el de Mariño es a nivel estructural. El cuento de Cortázar inicia con la presentación del personaje-lector, se sumerge después en el argumento de la novela que este lee para finalmente, en un segundo y último párrafo,  alcanzar el punto en común que provoca el efecto fantástico. “El hombre sin cabeza” es, en cambio, algo más desorganizado. La presentación del personaje-escritor es interrumpida por las reflexiones literarias del narrador y la ficción que Lotman está creando se intercala con su propia realidad hasta que ya no distinguimos cuál es cuál. El texto requiere de un lector despierto, un lector que si funciona como un detective minucioso podrá ir recabando las pistas que el narrador va diseminando por ahí y anticiparse al final. El tercer párrafo nos dice:
Un escritor sentado en su sillón, frente a una computadora, a medianoche, en un enorme caserón que sólo él habita, se parece bastante a las indefensas personas que de pronto se ven envueltas en esas situaciones de horror. Absorto en su trabajo, de espaldas a la gran sala de techos altos, con muebles sombríos y una lúgubre iluminación, bien podría resultar él también una de esas víctimas que no advierten a su atacante sino hasta un segundo antes de la fatalidad.

Como este son varios los ejemplos que demuestran que el narrador va preparando el terreno hacia  un posible desenlace cortazariano. Sin embargo, también nos muestra el punto de vista del personaje-escritor que, aunque emplea sus propias experiencias para inspirarse, descarta la posibilidad de que su personaje se asuste ante los extraños acontecimientos que va viviendo pues de esa forma causarán un mayor impacto al lector. Luis Lotman dota a su personaje de una valentía que él mismo no posee. Una vez más, encontramos el formato de diálogo reflexivo acerca de la práctica de escritura del que de alguna manera podríamos sustraer una suerte de “receta para escribir cuentos de terror”.
Otro punto de contacto entre Lotman y el hombre de negocios del cuento de Cortázar es su relación con la obra literaria. En ambos casos, son absorbidos por ella. Y ya no en el sentido metafórico de la palabra sino considerando al término en toda su literalidad. “El placer casi perverso de irse desgajando línea a línea” (p. 391) del que se habla en “Continuidad de los parques” es el mismo que siente el personaje de Mariño que escribe el cuento “de un tirón”. Como una suerte de Quijotes modernos dichos personajes se enfrascan tanto en la ficción que ya no distinguen entre esta y la realidad. Como al caballero de la triste figura, esto los conducirá a un final infeliz.
Un sillón, quizás de terciopelo verde, y un cuchillo o puñal suspendido en el aire en plena noche son el marco ideal para el desenlace fatal. Pero también el puntapié para que los otros lectores y escritores, nosotros, los de carne y hueso, traspasemos los límites del papel escrito. En clase y luego de la sorpresa inicial terminada las lecturas, se suceden las hipótesis: “el tipo lo mató”, dice algún alumno ávido de sangre. “No –lo contradice un compañero- se da cuenta y lo enfrenta”. Les propongo que adopten el recurso para escribir un nuevo texto. La consigna implica que en una situación en la que hay dos realidades (una realidad-real y otra ficticia) los hechos borren el límite entre ellas hasta convertirlas en una sola. Melina elige como protagonista a un chico cuya tarea escolar es escribir un cuento. Mientras la lleva a cabo se ve interrumpido por el ruido de ramas de los árboles que golpean las ventanas y una caldera que gruñe “como tripas de esclavo”. Las palabras “le absorben el cerebro y el alma”. El té que tiene sobre el escritorio se enfría al igual que sus ideas. Más tarde, los policías encontrarán un escritorio ensangrentado, unas hojas escritas y, a lo lejos, un cuchillo un poco manchado. “La caldera interrumpió la tarea” que es como se llama el cuento, le agrega un condimento más a este juego de cajas chinas. Una alumna que tiene como tarea escribir un cuento, escribe uno en el que un chico tiene como tarea escribir un cuento. El procedimiento podría extenderse hasta el infinito.
El recurso nos invita a releer y a escribir pero sobre todo a mirar con algo de resquemor por encima de nuestros hombros cuando leemos que alguien es sorprendido mientras se pierde en una ficción interesante.  A estar atentos a peligrosas sombras o a adoptar la sabia decisión de no sentarnos de espaldas a la puerta cuando pretendemos dejarnos ir en una historia atrapante.
Ricardo Mariño, claramente ha leído a Cortázar y ha decidido rendirle un homenaje en “El hombre sin cabeza”, lo que quizás no se le ocurrió fue hacérselo leer también a su protagonista, a Luis Lotman, porque estoy segura que de haberlo hecho hubiese tenido otro final.
Ya lo sabe, señor Lotman, para que ningún hombre sin cabeza lo vuelva a sorprender en la tranquilidad de su estudio, la próxima vez péguese algunas vueltas por Cortázar.

 Bibliografía
Cortázar, Julio. “Continuidad de los parques” en Cuentos completos, 1 – 2da. Ed., Buenos Aires, Punto de lectura, 2007.
Crespo, Antonio (compilador). Confieso que he vivido y otras entrevistas, Buenos Aires, LC Editor, 1995.
Mariño, Ricardo. “El hombre sin cabeza” en El hombre sin cabeza y otros cuentos, disponible en http://www.imaginaria.com.ar/06/9/marino3.htm
Mariño, Ricardo. “Máximas y mínimas sobre la estimulación de la lectura” Texto basado en la ponencia presentada por el autor en la mesa redonda "La lectura continúa", realizada dentro del marco de las Jornadas para Docentes y Bibliotecarios "Escenarios para la promoción de la lectura" en la 15ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2004). Disponible en http://www.imaginaria.com.ar/13/6/maximas_y_minimas.htm



[1] Texto basado en la ponencia presentada por el autor en la mesa redonda "La lectura continúa", realizada dentro del marco de las Jornadas para Docentes y Bibliotecarios "Escenarios para la promoción de la lectura" en la 15ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2004). Disponible en http://www.imaginaria.com.ar/13/6/maximas_y_minimas.htm

lunes, 10 de noviembre de 2014

Cortázar en la literatura para niñxs argentina

El viernes 7 de noviembre participé junto con dos estudiantes y una graduada del IES N° 1 del panel "Julio Cortázar y la literatura argentina para niñxs: diálogos, préstamos y reinvenciones” en el marco de las Jornadas "La vuelta a Cortázar en ochenta voces". Hoy publico el trabajo que leí en esa ocasión y en los próximos días estaré publicando los otros trabajos que se leyeron en el panel. 

 Alguien que anda por ahí: Cortázar en la literatura para niñxs argentina
Dra. Valeria Sardi (UNLP /IES N° 1)
  
En Historias de cronopios y de famas (1962) se incluye el microrrelato “Discurso del oso” que Julio Cortázar escribió en 1952 para los hijos de Eduardo Jonquiéres, su amigo poeta y pintor. En ese texto se despliega un universo ficcional donde un oso limpiador de cañerías espía a los humanos y se permite jugar entre caños, al otro lado o del otro lado de la realidad cotidiana de las casas y las familias. A su vez, allí Cortázar pone en escena su representación de la infancia, de los niños y niñas, en tanto espacio del juego, lo irreverente, lo inesperado. Es decir, podríamos pensar que en este texto Cortázar piensa la infancia como “territorio de exploración y desautomatización, como espacio donde dar lugar a la rebeldía y la transgresión” (Sardi, 2014).
En relación con su propia infancia, Cortázar decía que la recordaba poco: “Me acuerdo de una plaza, poca cosa: un farol, un paraíso, unos malvones y ni un banco en que estar y ni una rosa. Pero venían todos los gorriones”. Su infancia recortada en algunas imágenes detenidas, unas fotografías de detalles que suspenden el tiempo, cierta quietud rota por la vitalidad y el juego de los gorriones. Mundo de la infancia en tanto potencial, lo que está por suceder, la conexión de elementos que no corresponden, de “interferencias”, como decía él.  Mundo de la infancia que acaso sin proponérselo está muy presente en su literatura donde el juego funciona como un principio organizador de sus ficciones y la conexión con el humor, los juegos del lenguaje, el disparate, el pasaje a otras realidades y el universo de la ficción como posibilidad son rasgos singulares de su poética. Poética que, a su vez, ha marcado a muchxs escritores y escritoras del campo de la literatura para niñxs argentina como iremos descubriendo en este trabajo y que, podríamos decir, configura cierta tradición cortazariana dentro de la LIJ argentina.
En este sentido, creo que vale la pena detenernos un momento a definir o establecer los límites de la literatura argentina para niñxs y cómo este campo dialoga o establece conexiones con la poética de Cortázar.  Una primera cuestión en relación con la literatura argentina para niñxs es que se trata de un campo en el que se privilegia la perspectiva literaria, es decir, su valor polisémico y de múltiples lecturas para alejarse o, mejor dicho, soslayar toda referencia o intromisión –como diría María Adelia Díaz Rönner (2001)- de la pedagogía, la psicología evolutiva y la moral. Cuando hablamos de literatura argentina para niñxs estamos hablando de una literatura que se configura a partir de una trama de poéticas de autorxs. Con poéticas de autor me refiero al “estudio del arte literario en cuanto creación verbal (…) a partir de un corpus dado de textos para enunciar principios, fines, categorías de dichas obras y los efectos que provoca en su recepción” (Sardi y Blake, 2011:10). En este sentido, las poéticas de la literatura argentina para niñxs pueden referirse a la poética de ficción desde los géneros –fantástico, de aventuras, de viajes, maravilloso, gótico, épico, policial-; a aquellas que recuperan y reinventan la tradición literaria argentina y universal; al lugar del lector en esta literatura donde, por ejemplo, el narrador hace explícita la recepción del texto literario y pone en foco lo metaliterario o bien el lector es interpelado y desafiado por la complejidad de los relatos. Otra posibilidad para pensar la poética es en tanto “conjunto de elecciones de un autor entre todas las posibilidades constructivas del objeto literario” (ibídem: 12) y también podemos pensarla en términos de “reglas que permiten identificar un estilo” (ibídem) o bien, en tanto “ejercicio teórico del escritor en torno al objeto literario” (ibídem:13).
En este sentido, así como Cortázar configura una poética con rasgos particulares –a los que ya hicimos referencia-,  reconocibles no solo en sus textos ficcionales sino también en sus textos teóricos donde reflexiona sobre su propia escritura; lxs autorxs de la LIJ argentina también construyen poéticas con rasgos característicos que, en algunos casos, dialogan abiertamente con la poética cortazariana y se inscriben así en esa tradición literaria. Nos referimos al concepto de tradición literaria en términos de Raymond Williams (1980), en tanto “versión del pasado que se pretende conectar con el presente y ratificar”, “proceso deliberadamente selectivo y conectivo que ofrece una ramificación cultural e histórica de un orden contemporáneo” (Ibídem: 138). De esta manera, cabe destacar que en el caso de la poética de Cortázar podemos reconocer cómo se configura una tradición literaria que permite establecer continuidades y discontinuidades por ejemplo, entre la producción literaria de la LIJ y la obra de Cortázar, entre el presente y el pasado, pero a su vez, como toda tradición, habilita reinterpretaciones, reinvenciones, diálogos y produce conexiones activas como así también deja de lado aquellas que no puede incorporar. De allí que, a partir de ahora, me propongo ir presentando un panorama de la literatura argentina para niñxs en el que podremos ir reconociendo rasgos comunes, reinvenciones, reelaboraciones y diálogos entre los textos de lxs autorxs de la LIJ y Julio Cortázar que dan cuenta de la configuración de una tradición literaria cortazariana.


Empezaremos el recorrido con la poética de Silvia Schujer. Esta autora argentina que inicia su producción literaria a mediados de la década del 80, momento especialmente fructífero para el campo de la literatura infantil argentina que se desarrolla con mucha potencia luego de la reapertura democrática, reconoce entre sus influencias literarias, tal vez de manera inconsciente, la de Julio Cortázar. En una entrevista en la revista digital 7 calderos mágicos cuenta que comenzó a leer con interés en la adolescencia y justo en ese momento su familia se trasladó a México a vivir por cuestiones de trabajo del padre y, cuenta: “Me sentía muy sola y, como de hecho lo estaba, empecé a leer. Era el boom del realismo mágico así que leí a Cortázar –a quien ya había empezado a abordar en Buenos Aires-, a García Márquez, Vargas Llosa.” Recorriendo su poética podemos encontrar rasgos comunes con la de Cortázar, como por ejemplo, la fascinación por la invención de géneros donde el humor y el disparate se dan cita como es el caso del texto Cuentos y chinventos (1986) donde Schujer no solo retoma la invención de personajes con nombres fuertemente connotativos disparatados sino también crea nuevos géneros como los chinventos que tienen algo de chisme y algo de cuento y el humor como elemento constitutivo. Así, en este libro, nos topamos con “Anacleta Mofleta (chinvento)”: “La avenida está repleta. Y con una sola silueta: es la Anacleta Mofleta que anda y anda en bicicleta. Con una sola chancleta.”  O bien en Cuentos cortos, medianos y flacos (1993) nos encontramos con un lenguaje inventado –al estilo del gíglico- pero en este caso se trata del lenguaje para contar la historia del “pajarolero”. O en El tren más largo del mundo (1997) la historia de la familia Gómez narrada de manera humorística usando el recurso de la hipérbole nos recuerda a “Simulacros” de Historias de cronopios y de famas, donde la familia se describe como rara, está conformada por muchos integrantes que hacen todo inspirados en “modelos célebres”.



Si de familias raras hablamos, no podemos dejar de mencionar la que está caracterizada en la novela titulada Fámili (1992) de Ema Wolf, familia numerosa con costumbres raras o disparatadas que hace cosas insólitas o se caracteriza por hábitos descabellados que son narrados humorísticamente a partir de la utilización del recurso de la hipérbole. Así al inicio es presentado por el narrador el tío Pepe Murias:

Mi tío Pepe Murias es un hombre de ideas. Pocas, pero notables. Sus ideas sobresalen entre las de los demás como las cabezas de las personas altas en la multitud. Una de las más robustas es ésta:
                - En toda casa decente –dice- hay siempre un poco de olor a pis de gato.
La idea no es nada complicada, pero le ha causado algunos dolores de cabeza. Especialmente por esa costumbre suya de preguntarle de golpe a cualquiera si en su casa hay suficiente olor a eso que dije. Muchos se enojan o no entienden. (…) (Wolf, 1992:11)



Y en esa descripción, como en toda la historia de Fámili, vamos descubriendo elementos o pequeños homenajes a Cortázar y su “Simulacros” de Historia de cronopios y de famas, como la caracterización de una familia “no muy normal”, la comilona del lechón, etc. O bien la familia que se describe en “Lazos de familia”, relato incluido en Un tal Lucas 1979), donde los integrantes de la familia le envían a Angustias –la tía- postales desde distintas partes del país con mensajes como “Te escupo en el tejido, Josefina” o “Que el gato te seque a meadas los malvones, tu hermanita” y que la tía clava con alfileres en un álbum donde las atesora como reliquias.
Pero no solo en este texto descubrimos las filiaciones cortazarianas en la obra de Ema Wolf, también se vislumbran con mucha fuerza en el volumen de cuentos Libro de los prodigios donde el fantástico transforma los objetos pero también transforma la realidad que viven los personajes en cada uno de los relatos que conforman este libro. Y, siguiendo la tradición cortazariana, Ema Wolf trabaja el género fantástico en este libro a la manera de Cortázar. Como decía este autor en las conversaciones que compartió con Ernesto González Bermejo en el libro Revelaciones de un cronopio, “lo fantástico irrumpe en lo cotidiano, puede ocurrir ahora, en este mediodía de sol en que vos y yo estamos conversando” (González Bermejo, 2013:31). Así se da en el relato “El gato de arena” donde un gato hecho de arena aparece y desaparece, como señala el narrador:

Mientras camina, pierde arena. De una manera tan imperceptible que es como si no ocurriera, pero ocurre. El viento cepilla el contorno del gato. Las partículas que se van desprendiendo del pequeño edificio que es su cuerpo. ¿Cuándo empieza a notarse? Nunca. Eso es lo extraordinario. Sucede, pero nadie nota cuándo empieza a suceder, tampoco en qué momento está sucediendo. De pronto, el que lo mira descubre, entre un parpadeo y otro, que sus formas están más suavizadas, y nada más. (…) (Wolf, 2013:31)

O en el relato “Islas” donde todo depende de cómo se mire la realidad, con mirada poética o con mirada de adulto. La mirada poética o de niño permite descubrir que hay algo fantástico en el agua, que no son meras islas sino:

Antes de entrar vuelve la vista atrás y alcanza a distinguir los caparazones inmesos levantándose en el medio del agua. Se abren paso a través de la superficie rasgándola con dolor. Los pescuezos arrugados como rocas paleolíticas se estiran y obligan a las patas a avanzar pesadamente mar adentro, una vez más, a la caída del sol, como desde el principio de los tiempos. Al amanecer volverán de su monstruoso paseo. (Wolf, 2013:21)

O en el libro Los imposibles (1988) donde Ema Wolf presenta una serie de cuentos donde lo imposible se hace realidad, donde la irrupción de situaciones absurdas o fantásticas invierte la realidad para proponer otra y donde, en la mejor tradición cortazariana y, también, macedoniana, se anima a unas instrucciones disparatadas camufladas dentro de relatos desopilantes como “La cuenta de los cangrejos” o “La oveja 99”. Por ejemplo, en el primer relato leemos:

            Si van a un lugar donde hay muchos cangrejos, hagan así:
                Separen los cangrejos grandes de los cangrejos chicos.
Después tomen los cangrejos chicos y separen los pelirrojos de los que tengan ojos azules y de los que están engripados.
Luego tomen los cangrejos grandes y dividan los altos por los bajitos.
Después tomen los cangrejos de ojos azules y súmenles todos los cangrejos que usen peluca.
Cuenten los que están engripados y réstenles los cangrejos que puedan pararse en punta de pie.
Por fin, multipliquen los cangrejos bajitos por los que sepan tomar la sopa con cuchara.
No se equivoquen, por favor.
El resultado tiene que dar 4. (Wolf, 1988:31-32)

Así en los textos de Ema Wolf, y podríamos seguir largamente recorriendo muchos otros, nos encontramos con Cortázar como una influencia clara en su producción literaria.

El elemento lúdico, es otro rasgo de la poética de Cortázar que podemos reconocer en varios autores y autoras de la LIJ argentina. Por ejemplo, en el caso de la poética de Adela Basch –escritora que inicia su producción literaria en la década del 80 y que después de treinta años de carrera acumula importantes premios entre ellos el Konex a la trayectoria literaria en el ámbito del teatro-, el trabajo con el lenguaje como materialidad cobra una espesura semántica disparatada y humorística en las historias que relata y, sobre todo, en los diálogos –llenos de malentendidos a partir de la ambigüedad del lenguaje- que los personajes establecen en muchos textos de esta autora. Por ejemplo, en la obra de teatro “Para el lado de los tomates” incluido en el libro Borombombón, levantemos el telón (2007) la escena se desarrolla en una verdulería donde hay muchas personas haciendo fila, esperando para ser atendidas. Veamos un fragmento:

            Doña Rosa: Vamos, hombre, apúrese; todos tenemos que comprar.
Don Pepe: Ya va, ya va. (Al verdulero) No, acelga no. Mejor llevo escarola. No, escarola no. Ah, ¿le conté que se casó mi prima Carola? Usted no se imagina lo…
Verdulero: (lo interrumpe secamente) ¿Qué va a llevar?
Don Pepe: Déme una coliflor para hacer con salsa blanca. Ah, no le dije que la vi a su cuñada Blanquita justo cuando salía de…
Don José: ¿Y? ¿Para hoy o para mañana?
Verdulero: (Le da una coliflor) Tome. (Para sí) Y así se las toma. (Basch, 2007:29)


En este caso el diálogo se construye a partir de una escena cotidiana, la compra en la verdulería, y el diálogo que se establece entre el verdulero y su clientela a partir de la irrupción de Don Pepe que tarda en elegir la mercadería y para cada verdura que compra vincula el nombre literal de la verdura con algún personaje que recuerda a partir de una asociación fónica. Además, la escena trabaja con la construcción del efecto cómico a partir de la empatía con el lector que surge de la presentación de una escena de la vida cotidiana representada con humor. Estos diálogos humorísticos se inscriben dentro de la tradición cortazariana de, por ejemplo, el relato “Familias” de Un tal Lucas (1995 [1979]) donde dos señoras “bien” establecen un diálogo de sordos donde cada una habla de lo que tiene ganas y, además, se confunde el sentido literal con el figurado. Veamos un fragmento:

-          A mí lo que me gusta es tocarme los pies- dice la señora de Bracamonte.
                La señora de Cinamomo expresa su escándalo.
Cuando la Ñata era chica le daba por tocarse aquí y más allá. Tratamiento: bofetada va y bofetada viene, la letra con sangre entra.
-Hablando de sangre hay que decir que la nena tenía de dónde heredar –confidencia la señora de Cinamomo-. No es por decir, pero su abuela paterna, de día nada más que vino pero a la noche la empezaba con la vodka y otras porquerías comunistas. ( 1995:87)

En otros casos, Basch trabaja con el malentendido a partir de la confusión entre el sentido literal y figurado de las palabras como, por ejemplo, en “Mucho ruido y poco comido” donde un matrimonio está por comer y se suceden una serie de situaciones disparatadas:

            LUIS: Vení, vamos a poner la mesa. (Se escucha una sirena.)
MARTA: ¡Uy! ¡Una sirena! Vení, Luis, vamos a la ventana a ver qué pasa.
(Abre la ventana.)
LUIS: ¿A la ventana? Siempre creí que las sirenas vivían en el mar.
MARTA: Sí, pero ésta es la sirena de un carro de bomberos. Escuchá.
(Se escucha el sonido de la sirena, muy fuerte.)
LUIS: Me aturde. Cerrá la ventana, por favor. (Marta cierra la ventana.)
Dale, pongamos la mesa que quiero comer. (Suena el timbre.)

Si bien Adela Basch recupera la dimensión lúdica de la poética cortazariana en el trabajo con el lenguaje, le da una vuelta de tuerca a partir de la utilización de diversos recursos humorísticos, fundamentalmente a partir de los juegos del lenguaje, la hipérbole, la técnica de la bola de nieve y la irrupción en lo cotidiano ya no de lo fantástico necesariamente sino de lo disparatado; asimismo, Basch propone en su poética la reescritura de clásicos de la literatura universal como La odisea en ¡Que sea la Odisea! (2003) o Don Quijote en Abran cancha que aquí viene Don Quijote de la Mancha (1991). 

Otro de los autores que se inscribe claramente en la tradición cortazariana es Ricardo Mariño, con una vasta trayectoria literaria que también se inicia en la década del 80. Su universo literario desafía al lector desde la irreverencia respecto de la tradición literaria y de los géneros. Su escritura tensa los límites genéricos y se opone a las clasificaciones convencionales; su literatura es autorreferencial. Es decir, Mariño propone en cada texto una mixtura genérica o una apuesta a la tradición pero desde una mirada subversiva y subvertida. Los rasgos particulares de su poética son el humor, la parodia, lo metaficcional, el uso del lunfardo, la exploración genérica y la representación de un lector activo que es desafiado por cada una de las historias y textos que construye Mariño. Por ejemplo, el relato “La vuelta al mundo de Cinthia Scoch” incluido en el libro Botella al mar (1988) dialoga con el texto de Cortázar La vuelta al día en ochenta mundos (1967) no solamente por la referencia desde el título sino también por el uso de un nombre fuertemente connotativo –recurso muy utilizado por Cortázar- como así también por la referencia ineludible a Julio Verne. “La vuelta al mundo de Cinthia Scoch” es la historia de Cinthia una niña a la que su madre manda a comprar un kilo de azúcar al almacén que, según su madre, estaba hacia el “Este” y el cumplimiento de ese mandado termina en un disparatado viaje alrededor del mundo que lleva a Cinthia a navegar desde el puerto de Buenos Aires a Sudáfrica, desde allí a Australia, de allí a Chile, luego atraviesa la cordillera y viaja por Mendoza, San Luis, Santa Fe y nuevamente arriba a Buenos Aires. Además de estas peripecias, el narrador relata cómo Cinthia va adaptándose al idioma de cada lugar. El relato finaliza con el reto de la madre que le dice a la niña “¡cuánto demoraste!” Además del disparate de una aventura sobredimensionada para comprar azúcar, también el humor está presente en el apellido del personaje y, a su vez, el relato hace un guiño al lector con el juego intertextual con la historia de Caperucita Roja, otro rasgo de la poética de Mariño, la reelaboración de cuentos tradicionales. También, en otros textos de Mariño, se cuela la dimensión política de manera tangencial como, por ejemplo, en el cuento “El héroe” incluido en El héroe y otros cuentos (1995) o bien, en otra alusión cortazariana, el trabajo con los niveles de ficción en el cuento “El hombre sin cabeza” incluido en el libro homónimo.

Si hablamos de niveles de ficción y de construir un relato donde la ficción es protagonista, en la mejor tradición de “Continuidad de los parques”, no podemos dejar de nombrar el libro Benja y las puertas (2011) de la escritora cordobesa Lilia Lardone con ilustraciones de Lucas Nine. En este texto se relata la historia de un niño que va al cine con su tía Cori y que mientras ella va al baño él queda solo y siente la majestuosidad de la sala y el silencio de ese ritual maravilloso que es ir a ver cine al cine. Escapa de ese silencio para buscar a su tía y es “tomado” por las historias de cada una de las películas que se proyectan en cada sala. El texto problematiza el juego engañoso de vivir la película como si fuera la propia vida, sentir lo que sienten los personajes, sufrir, llorar, reír, asustarse con las historias ficcionales que nos cuentan las imágenes cinematográficas, a partir de un trabajo narrativo donde la historia se estructura en dos niveles de ficción que se van entramando en el relato.  

Por último, no querría dejar de mencionar cómo Cortázar también se cuela en los textos del multipremiado autor e ilustrador Pablo Bernasconi y, como reconoce el mismo autor, es uno de los “nutrientes” a partir de los cuales crea e inventa ficciones. Por ejemplo, su libro La verdadera explicación (2012) es una compilación de historias sobre el origen de las cosas desde una perspectiva ficcional, humorística y disparatada que nos recuerda a Historias de Cronopios y de Famas y que, a su vez, podríamos suponer que tiene su origen o está inspirado en el texto “Destino de las explicaciones” incluido en Un tal Lucas:

            En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones.
Una sola cosa inquieta en este justo panorama: lo que pueda ocurrir el día en que alguien consiga explicar también el basural. (Cortázar, 1995:53).

En el caso de Bernasconi, como si fuera una continuación de este texto, explica cada cosa como si se tratara de explicaciones amontonadas que van saliendo a la luz a medida que vamos leyendo el texto y, cada relato se presenta como si se tratara de una entrada de enciclopedia. Así, por ejemplo, en la entrada “Los mocos” dice:

El hombre de Neanderthal no tenía mocos. Tampoco existían los mocos durante el Renacimiento o la Edad Media. Recién se asomaron al mundo a principios del siglo XVII, con la fabricación de los primeros pupitres de escuela. Esto confirma que existe una relación directa entre el moco y el aprendizaje sentado.
El primer moco de la historia aparece una mañana helada de 1624 durante una clase de geografía, dentro de la nariz de una nena de trencitas que se llamaba Rosa Moqueta (de ahí el nombre). (…) (Bernasconi, 2012:34)

En la mejor tradición cortazariana, Bernasconi la retoma y la reelabora imprimiéndole su propia mirada, su propia huella que da cuenta de una poética donde lo irreverente y desorbitado configuran un universo ficcional donde discurso verbal y discurso icónico dialogan.
Podríamos seguir largamente presentando otros autores y autoras del campo de la literatura para niñxs argentinos que se inscriben en la tradición cortazariana, ya que, como hemos podido ver, su influencia está muy presente aún hasta la actualidad. Tal vez esto se deba a cómo la infancia se constituye en un territorio donde todo es posible, donde solo se trata de atreverse a romper los límites y explorar nuevos espacios para la ficción, tarea que Julio Cortázar llevó a cabo en su poética y que podemos descubrir, como pequeñas puntadas, en toda su obra.

Bibliografía
AA.VV. (1987) Julio Cortázar. Al término del polvo y el sudor, Montevideo, Biblioteca de Marcha.
Basch, A. (2009) Borombombón, levantemos el telón, Buenos Aires, Abran cancha.
_________(2003) ¡Que sea la Odisea!, Buenos Aires, Alfaguara.
________ (1991) Abran cancha que aquí viene Don Quijote de la Mancha, Buenos Aires, Colihue.
Bernasconi, P. (2012) La verdadera explicación, Buenos Aires, Sudamericana.
Cortázar, J. (2014) La vuelta al día en ochenta mundos, Buenos Aires, Siglo XXI. 
_________(1995) Un tal Lucas, Buenos Aires, Sudamericana.
_________ (1994) Historias de Cronopios y de Famas, Buenos Aires, Sudamericana.
Díaz Rönner, M. A. (2001) Cara y cruz de la literatura infantil, Buenos Aires, Lugar Editorial.
González Bermejo, E. (2012) Revelaciones de un cronopio. Conversaciones con Juliio Cortázar, Buenos Aires, El cuenco de plata.
Hoy conversamos con Silvia Schujer. Disponible en http://7calderosmagicos.com.ar/Autores/rsschujer.htm
Lardone, L. (2011) Benja y las puertas, Córdoba-Argentina, Comunicarte.
Mariño, R. (2006) El héroe y otros cuentos, Buenos Aires, Alfaguara. [1995]
____________ (2007) Botella al mar, Buenos Aires, Alfaguara. [1986]
Sardi, V. (2014) “Infancias y literatura” en Actas VI Jornadas de Poéticas de la literatura argentina para niñ@s, FAHCE-UNLP. Disponible en http://jornadasplan.fahce.unlp.edu.ar/actas-publicadas
Sardi, V. y Blake, C. (2011) Poéticas para la infancia, Buenos Aires, Editorial La Bohemia.
Schujer, S. (2011) Cuentos y chinventos, Buenos Aires, Colihue.
_________ (1997) El tren más largo del mundo, Buenos Aires, Alfaguara.
________ (s/f) Cuentos cortos, medianos y flacos, Buenos Aires, Colihue.
Williams, R. (1980) Marxismo y literatura, Barcelona, Península.
Wolf, E. (2013) Libro de los prodigios, Buenos Aires, Norma.
_______ (1992) Fámili, Buenos Aires, Sudamericana.  
_______ (1988) Los imposibles, Buenos Aires, Sudamericana.

¿Qué otras influencias encuentran en la literatura argentina para niñxs de la poética de Julio Cortázar?
Hasta la próxima entrega,
besos