sábado, 18 de septiembre de 2010

Roberto, un viajero inmóvil




Hace unos cuantos años leí un libro, al que siempre vuelvo, titulado Las estancias del Nautilus del escritor español Miguel Sánchez-Ostiz. Un libro de impresiones, textos breves donde el autor habla de literatura, de lecturas, y de viajes.

Cuando leí el libro que hoy quiero reseñar, De paseos y otros viajes en hoja de Mercedes Pugliese y Nicolás Arispe, editado en Libros del Eclipse (2010), me acordé del texto de Sánchez-Ostiz y volví a releerlo, buscando las marcas que había hecho en lápiz donde se hablaba de viajar con la literatura, viajar sin moverte de tu casa. Una frase que había subrayado y que me resonó cuando leí el libro álbum de Pugliese y Arispe fue: "El viajero es apenas un movimiento de la imaginación" y otra "Ser un viajero inmóvil no es fácil. Un día uno corre el peligro de echarse, de abandonar la partida, de vivir la vida real, una vida sin sorpresas, empapada de rutina, de poner sobre las cosas una mirada amarga, radicalmente amarga."

El libro se inicia con la frase "A Roberto le gusta viajar." Esta oración dispara imágenes ricas en resonancias exóticas y destinos inesperados. El personaje va a emprender un viaje a otras culturas sin moverse del jardín de su casa. Roberto es consecuente y se compromete con el viaje, por ello lleva una libreta donde anota las peripecias del viaje y el libro que leemos se va transformando en el diario de viaje de Roberto, durante una semana, entre las hojas de la palmera.

Las ilustraciones de Arispe nos trasladan a un universo cultural nipón que se acompaña por ideogramas japoneses que traducen los textos de Pugliese, para reforzar el imaginario oriental y exótico.

Los paisajes o destinos que el viajero Roberto va descubriendo desde las hojas de la palmera pueden leerse en sintonía con el texto de Sánchez-Ostiz de que la acción de viajar está ligada a la imaginación, ya que el narrador en su diario relata lo que ve desde esa perspectiva inusual. La cotidianeidad abandona la rutina para descubir en lo habitual aquello que es una pincelada fuera de lo común, un paisaje mediado por la mirada del artista que inventa otra realidad sobreimpresa a la realidad de todos los días. Este doble juego está acompañado por las ilustraciones de Arispe que también inventa, a partir del texto de Pugliese, otro universo posible. Un pintor que, arriba de una palmera, pinta figuras, escenas, elementos de la naturaleza en negro y blanco que contrastan con los colores que habitan el universo material del pintor. Otro doble juego: el artista que pinta y la obra que es pintada y, a su vez, el artista que es apelado y se involucra en su obra.

De paseos y otros viajes en hoja se puede leer desde muchas perspectivas. Para mí es un libro muy interesante porque, de alguna manera, pone en escena cuestiones tan complejas como la artificiosidad del arte, los procesos de creación del artista y la mirada extrañada del artista respecto de la realidad. Además, como decía al inicio, apuesta a la creencia de que la literatura y el arte son maneras más que válidas para viajar sin moverse de casa.

Por otro lado, es un libro que trae ecos de los cuentos tradicionales de raigambre oriental, por ejemplo relatos provenientes de la tradición kabuki, que nos recuerdan el relato de pájaros engañados por la verosimilitud de un cerezo pintado por un pintor chino. Y ahí, uno no puede dejar de acordarse de algunos textos de María Teresa Andruetto que, también, pueden armar una filiación con éste: el libro álbum Solgo con ilustraciones de Liliana Menéndez o el cuento "El engaño" incluido en el volumen de cuentos Huellas en la arena.

Arte, literatura, creación y recepción, cuatro aspectos que se problematizan en este libro álbum que vale la pena leer.

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